7.7.08

La que se equivocó

Ella confió siempre en su olfato. Pensaba que la intangibilidad de los habitantes del éter, los olores, cobraban entidad y vida cuando ella percibía sus aromas. Y que disciplinando, observando sus variantes o simplemente ejercitando su forma de reaccionar ante sus presencias, podría usar este tan particular sentido en su propio provecho, para sentirse de alguna manera segura y por buen camino.

Esta certeza en su olfato fue su perdición. Cuando necesitó tomar una decisión importante, definir el rumbo en una de las tantas encrucijadas que nos presenta la vida, optó por respirar hondo. Una, dos, tres veces, un montón. Escrutaba el aire como estrujándolo, sacando y separando esencias. Uno, dos, tres. A intervalos regulares y en distintos momentos de ese dia clave. Y fue cuando estuvo segura, cuando se sintió penetrada e indemne por el mismo perfume que la acompañaba últimamente, cuando dio el mal paso.

Oteó el horizonte y, una noche calurosa de diciembre, le dio el si, aceptó y se dejó abrazar por el persistente aroma de su compañía. Tan apabullante resultó su fragancia, que logró disimular el olor fresco y húmedo que el vientito acercaba sin culpas a través de la ventana abierta.

Anulado su sentido mas preciado, confiada y sin reparos, fue incapaz de prever la tormenta que se le avecinaba.




Garabatos mios. De alguna vez, allá lejos y hace tiempo.
(Siempre quise usar el verbo "otear"!!)

Emiliando a las 9:54 p. m.

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